Esta semana tengo el honor de presenta una historia con la frase que yo mismo proporcioné a mis amigos de Cuentacuentos. Espero que os guste.
Había luces tenues detrás de la puerta, que parecía entreabierta, o eso se percibía. El lugar estaba oscuro, el pasillo estaba únicamente iluminado por la luz de la luna que entraba bruscamente por los arcos desnudos. Las paredes frías de piedra solo soportaban el vaivén del viento y las antorchas apagadas. Al final del pasillo una puerta gigante. Un portón de madera con un circulo central donde colgaba un picaporte poco habitual.
La puerta se veía entreabierta y un pequeño destello de luz en su interior daba el único ápice de esperanza.
Boris había luchado mucho durante toda su vida para ver por fin lo que detrás de aquella puerta se suponía debería encontrar después de tanta búsqueda.
Todo empezó en una noche de verano, cuando Patrice emergió de la nada, como aparecen los ángeles del cielo y catapultó a Boris a un amor eterno e incondicional desde el primer segundo. Los jóvenes cautos al principio, se dejaron llevar y fueron mostrando su amor allá por donde pasaban. Eran el uno para el otro, se amaban sin explicaciones, sin historias, no sabían mucho sobre ellos porque sus bocas no lanzaban ni una palabra, eran sus cuerpos los que hablaban, siempre estaban enzarzados en una sinfonía de pasión. En el pueblo pensaban que estaban poseídos, era tal su amor que no se dejaban de mirar ni un solo segundo, durante un día, una semana, un mes, un año y así durante varios años.
Pasado los años, en el frío invierno que normalmente azotaba a la localidad, Boris se despertó aquella trágica mañana para su corazón y se percató que su amada mujer no estaba junto a él. Extrañado salió en su busca llamándola por toda la casa, no podía estar en el exterior, hacía demasiado viento y frío como para salir, pero escuchó un murmullo fuera. Al salir, se encontró la escena, su amada desnuda de pie frente al portal a unos metros, levitaba unos metros sobre la tierra, sus lagrimas parecían congeladas y su cuerpo blanquecino. Boris fue corriendo a socorrerla pero una ventisca lo empujó hacia atrás cayendo al suelo, lo intentó varias veces y todas ellas era empujado hacia atrás cada vez de forma más brusca. Una voz surgió de entre las montañas, y con tono recio recitó:
-Vuestro amor es cosa de demonios, algo fuera del alcance humano, ella es nuestra...
Y tal como se apagó esa voz, Patrice se desvaneció entre la nieve que fuertemente caía sobre sus cabezas.
Boris estuvo días, semanas, meses buscando entre las nieves, en el bosque, en la montaña, en cada una de las casas de su pequeña localidad. Los vecinos empezaron a ver y sentir atisbos de locura en Boris y lo peor de todo, decía oír cada mañana a su amada Patrice. Y así era, cada mañana le despertaba el susurro de su dulce voz, le llamaba, le rogaba que fuera a buscarla y al rato de desvanecía.
Pero un día pasados ya 3 años la voz de Patrice no se marchaba, continuó demandado ser rescatada y esa fue la primera sonrisa que aparecía por la cara de Boris en todo esos años.
Decidió salir como cada día en su busca, pero esta vez caminó más allá de los bosques, seguía aquel susurro, pasó por diferentes comarcas y pueblos, cruzó montañas y caminos interminables. Fue pasando el tiempo y los años, 5, 10, 20 años. Muy desmejorado de salud seguía caminado un día detrás de otro, sin rumbo solo siguiendo a la voz de su amada hasta que llegó a la población Matterport, un pequeño pueblo de montaña que mal vivía de sus cosechas y de los impuestos que cobraba el gobernador.
El día se presentaba nublado, hacia frío y el ambiente estaba enrarecido, todos en Matterport miraban con aspavientos a Boris, miradas de miedo e incredulidad al escucharle hablar en voz alta sobre su amada, que después de .27 años caminando parecía haber recibido la señal definitiva, el se decía a si mismo que no se podía rendir y por eso seguía hasta la extenuación.

Al día siguiente lo llevaron ante el gobernador para ser enjuiciado por su acto, las voces de su amada eran cada vez más fuertes, más acentuadas y estaba cada vez más fuera de si.
- Se le acusa de agredir a un guardia de mi castillo, eso es un acto grabe que tendrá consecuencias.
- Señor gobernador, ilustrísima mente de la comarca, lo hice para entrar en su castillo, vengo en busca de una joven que está apresada aquí.
- ¿Una joven? y que querría una joven de un viejo como usted, harapiento y maltrecho. Ya se lo digo yo insolente, nada.
- Pero... Está aquí.
- Está usted muy loco. Guardias!!!! sacadle de mi vista y que no se acerque al castillo.
En un alarde de valentía y con sus últimas fuerzas se libró de sus opresores robándoles una de sus espadas y matándolos en el acto, entre los últimos sollozos de los guardias Boris solo podía gritar:
-¡¡¡Patrice!!! ¿Donde estás? ¡¡¡Patrice!!! ¡¡¡dame el camino!!! ¡¡¡queda poco!!!
Una vez apresado de nuevo, el gobernador lo condenó a pasar el resto de sus días encarcelado en las mazmorras del castillo. Volvió a pasar el tiempo, los años, Boris se hacía más viejo y enclenque pero seguía escuchando cada vez más claramente a Patrice.
Una noche, cerró los ojos de agotamiento, siempre soñaba con ella, pero esta vez escuchó un ruido en la puerta de su celda, como si se abriera. Abrió los ojos, cogió su bastón y efectivamente la celda estaba abierta. Emocionado salió de allí, dejó atrás las mazmorras y corrió siguiendo la voz por los pasillos del castillo hasta llegar a aquella puerta.
Caminó despacio hacia la luz, abrió la puerta, era una sala pequeña iluminada con unas velas, una pequeña mesa y sobre ella un jarrón con una flor en época de primavera y al lado del ventanal una mujer desnuda de silueta esbelta que daba la espalda a Boris. Aunque todo parecía irreal y surrealista, se lo hizo suyo y cuando pudo dar señales con su maltrecha voz dijo:
-¿Patrice?
La mujer se dio la vuelta, lágrimas de felicidad salían del rostro de Boris, que intentó abalanzarse sobre la joven cuando esta le interrumpió.
- Si Borís, soy Patrice.
- Que joven y hermosa que estás y yo viejo, sucio y harapiento.
- Lo veo Boris, pero por fin has dado conmigo.
- ¿Que pasó amor mio?
- Soy un ángel.
- Eso ya lo se, para mi siempre fuiste un ángel.
- No Boris, soy un angel que escapó de su reino y te encontró en otro.
- Que quieres decir.
- Que yo no pertenecía a tu mundo, nuestro amor era imposible, no era humano y vinieron a llevarme al lugar al que correspondo.
- ¿Los demonios?
- No, los ángeles. Para ellos era aberrante que tu y yo nos amaramos, nosotros eramos los demonios.
- De todos modos ya no importa, ahora, por fin, después de una vida escuchándote y buscándote ya te he encontrado y podremos amarnos de nuevo.
- Si cielo, podremos hacerlo. Acércate.
El viejo se acerco pero esta vez con más cautela, más despacio y más tranquilo, como si el mundo y su vida comenzasen de nuevo, como si nada hubiese pasado, como si su amor indestructible les hiciera infinitos, como si acabara de nacer.
Ella besó aquellos labios carcomidos y el abuelo se hizo joven en una sutil y pequeña tormenta de polvo mágico.
Murió sonriente en su maloliente celda, ahora serían ángeles por toda la eternidad.
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